Durante la década de los años 40 del siglo pasado, el movimiento evangélico costarricense se distinguió por un progreso numérico, así como un avance en la preparación del terreno de lo que llegó a ser la siguiente década de los 50, la cual estuvo matizada por un dinamismo como nunca antes se había experimentado en Costa Rica. Es necesario destacar que es en este contexto, cuando se da el nacimiento de nuestra Iglesia Bíblica Nazareth, fruto de la visión y el esfuerzo que pusiera el Señor en el corazón de varios hermanos quienes quisieron que el testimonio del evangelio fuera predicado en el pequeño caserío que conformaba el San Francisco de aquel entonces.
Se debe resaltar que la iglesia Nazareth fue la primera iglesia evangélica en este distrito josefino, iniciándose la obra con la conformación de un grupo de niños, a quienes se les impartían clases de Escuela Dominical, reunidos en la casa de la hermana Carmen de Rodríguez. Después de varios episodios que viviera la nueva y pequeña congregación, entre ellos la “compra simbólica” del terreno, al hermano Bralt Hovenga, en la suma de un colón, vino la conformación de una iglesia que se dedicó con entusiasmo al discipulado lo cual hizo que la congregación fuera consolidándose en conocimiento de la palabra del Señor, así como en número.
El trabajo ministerial de varios hermanos, entre ellos, el de don Alberto Barrientos, quien fungiera como pastor durante un largo período, hizo que se materializaran varios proyectos, entre ellos: construcción del templo, fundación de nuevas misiones en varios rincones del país, conformación de un equipo pastoral, asunto novedoso dentro de la eclesiología del país en esos días, así como la trascendencia del trabajo pastoral que se realizaba en nuestra iglesia y que fuera conocido fuera del país, a través de la obra literaria del señor Barrientos, según sus declaraciones.
Nuestra historia es extensa, pues cada hermano que ha experimentado su vivencia espiritual aquí en Nazareth, tendrá su historia que contar; sin embargo, hoy unidos como parte del cuerpo del Señor, tendremos que seguir trabajando para el Señor, enfrentando nuevos retos y siendo acordes con nuestro lema: “entramos para adorar y salimos para servir”. Habrá que añadir muchos nombres de hombres y mujeres que hoy sirven con alegría y disposición para que podamos seguir engrandeciendo el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Reseña histórica: Lic. Daisy Hernández